La irrupción vertiginosa de la
tecnología en algunos contextos sociales tanto dentro como fuera de las aulas,
la utilización creciente de las redes telemáticas y la aparición de entornos
virtuales de aprendizaje han generado espacios que pueden contribuir al
intercambio, la cooperación y el trabajo, componentes básicos en todo proceso
educativo. Comprender estas ventajas no nos hace desechar la idea de que el
espacio físico, presencial es un elemento de mucho peso cuando hablamos de
diseñar y llevar a cabo procesos de aprendizaje, especialmente para quienes aún
no tienen acceso a las tecnologías. Cuando nos referimos a ellas, en especial a
Internet y multimedia aplicados a la educación observamos que además de conocer
y explorar el potencial de las nuevas tecnologías, como profesionales de la
educación, no podemos dejar de mirar las situaciones sociales, culturales y
económicas que acompañan a la inserción y aplicación de estas herramientas y en
este sentido, corresponde detenernos a reflexionar cómo podemos orientar
nuestras prácticas educativas.
La incorporación operativa de las
TIC en el aula precisa de la adaptación a ambientes educativos en continuo
cambio y a la existencia de docentes capacitados en competencias didácticas que
permitan alcanzar una integración tecnológica eficaz en el aula, que posibilite
el desarrollo de habilidades tecnológico-digitales en el alumnado, promoviendo
novedosos entornos educativos que impulsen la innovación en los procesos de
enseñanza y aprendizaje (ORTEGA S.; GÓMEZ T., 2017). En esta línea, las
propuestas de gamificación y uso de los recursos TIC se presentan como nuevas
formas de pedagogías emergentes, validando su potencial didáctico en las aulas.
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